miércoles, 12 de junio de 2019

Libritos y librotes, personitas y personajes.




Hay en los libros una vía y en quienes somos aficionados a la lectura un caminante con ciertas características reconocibles. Primero se necesita una mente receptiva y expectante y, por supuesto,  un cierto nivel cultural, sin embargo, son los mismos libros los que te hacen alcanzar  ese mínimo nivel cultural, como un círculo.


 Siempre fui buena lectora. Siempre fui, en realidad, ñoña. He usado un porcentaje alto del tiempo del que dispongo en esta vida para recorrer páginas y páginas y páginas y siento que realmente no he leído nada. Tiene que ver con ello mi terrible déficit atencional y esa peculiaridad de mi memoria de recordar con claridad las sensaciones que me provoca una experiencia pero muy poco de la experiencia en sí misma. Ello quiere decir que, básicamente, no recuerdo las tramas de los libros que leo. Me sucede igual con las películas. 

 Me está pasando que hace mucho tiempo no logro satisfacer mis deseos lectores. Sinceramente no soy muy ambiciosa cuando decido abordar un libro: quiero lectura sencilla y entretenida y si me aporta para aprender de alguna materia, vamos. Casi la totalidad de lo que leo es narrativa.  

 Debo hacer una confesión: estoy cayendo trágicamente en la moda. Varios de los últimos volúmenes que he leído ha sido porque es "lo que se está leyendo" y ello me ha traído terribles desilusiones. En realidad estoy exagerando, no han sido tan terribles, aunque sí decepciones. Más que por las historias es por la calidad literaria y narrativa. Una cantidad inquietante de grandes historias pésimamente escritas han pasado delante de mis ojos y me han revelado una latente verdad: el nivel intelectual del promedio de lectores no es muy exigente. Terror considerando que en general son personas que tienen ese "cierto nivel cultural" del que antes hablé. A pesar de que he dicho que me gusta la narrativa sencilla, me desagrada la ligereza con la que han sido escritos algunos de los best sellers contemporáneos y me hace dar vueltas a una cuestión que me asusta: ¿será esa liviandad reflejo del nivel de quien escribe o simplemente una forma de vender más llegando a un público menos exigente y, por lo tanto, más masivo?¿Por qué sacrifican los autores la gracia poética y estilística? Quizás efectivamente no sea un sacrificio sino una simple manifestación de que los escritores no deben ser considerados eminencias intelectuales como alguna vez lo fueron. (Ok, fui largamente una ingenua).


 En fin, lo más trágico del asunto es cuánto me revela de una persona el saber si es o no buen lector y qué es lo que lee. En cuanto recibo esa información sobre alguien mi mente genera juicios que se transforman en "saquitos" que acompañan una imagen y que serán difíciles de quitar o llenar a menos que se de la instancia de nuevas conversaciones reveladoras sobre esos seres. No hace falta que esas conversaciones sean tan profundas, a veces una simple frase acertada o no (para mí) puede revelar tanto de ese otro que deje una impresión duradera. Durante los últimos cuatro años he conocido a muchas nuevas personas pero he ido cerrando el círculo y mucho de ello tiene que ver con mis juicios acerca de sus intereses lectores (si es que los hay). Así de drástico. A estas alturas de mi vida mis criterios ya son manías. Me da igual si es o no correcto.




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